
En tiempos donde el presente parece una ficción distorsionada, Black Mirror regresa para mostrarnos que lo peor —y lo mejor— de nuestra relación con la tecnología aún está por contarse.
La séptima temporada de la serie creada por Charlie Brooker presenta seis nuevos relatos que oscilan entre lo desconcertante y lo conmovedor. No todos alcanzan la genialidad de sus predecesores, pero cada uno aporta una mirada incómoda sobre un futuro cada vez más indistinguible del ahora.
Desde un fallido experimento romántico hasta una secuela inesperada, aquí te presentamos los episodios ordenados del menos logrado al más brillante.

Black Mirror ha conseguido reinventarse sin perder su esencia
Hotel Reverie: estética sin alma
Visualmente impecable, Hotel Reverie intenta rendir homenaje al cine clásico desde una perspectiva futurista. Situado en un hotel habitado por inteligencias artificiales que emulan personalidades históricas, el episodio explora un romance improbable entre un huésped humano y una IA programada para actuar como una estrella del Hollywood dorado.
La propuesta estética es elegante y melancólica, pero el guion se queda corto al intentar forjar un vínculo emocional real. Lejos de la profundidad emocional de Be Right Back o San Junipero, esta entrega se siente como un simulacro de sí misma: bella, pero vacía.
Juego: entre píxeles y psicodelia
Ambientado en el universo de Bandersnatch, este episodio nos sumerge en una experiencia de videojuego inmersivo que desafía la percepción de la realidad. Con estética noventera y referencias a clásicos de horror psicológico, Juego se convierte en un carrusel narrativo donde las decisiones del jugador son tan ilusorias como sus recuerdos.
Aunque corre el riesgo de caer en el recurso autoreferencial, un giro narrativo sorpresivo lo rescata, convirtiéndolo en una crítica a la industria del entretenimiento interactivo. No es un episodio imprescindible, pero ofrece suficientes dosis de locura.
Bête Noire: venganza en la era de la vigilancia
Un relato oscuro sobre el mundo corporativo, la manipulación de narrativas y la percepción. Bête Noire arranca como un thriller laboral que lentamente muta en una crítica a la confianza que le tenemos al mundo digital y la cultura del castigo público.
Tenso y perturbador, el episodio recuerda a Shut Up and Dance, no tanto por el tono, sino por la incómoda sensación de que todos estamos siendo observados... y juzgados.

Elogio: memorias digitales, duelos reales
Con una sutileza que pocas veces se permite la serie, Elogio explora el duelo desde una óptica tecnológica: un dispositivo permite editar y revivir los recuerdos de un ser querido fallecido.
Lo que comienza como un gesto terapéutico se convierte en una obsesión que fragmenta la identidad de los vivos. El episodio transcurre con un ritmo pausado, pero no por eso menos intenso.
Una pareja cualquiera: amor bajo suscripción
Esta historia plantea un dilema moral intrigante: ¿qué harías si el único modo de salvar la vida de tu pareja fuera mediante un programa de salud por suscripción que exige la renuncia a la autonomía emocional?
La trama nos presenta a una pareja atrapada entre la precariedad financiera y la promesa tecnológica de la salvación. Aunque el punto de partida es potente, la esencia del episodio es la crítica al modelo neoliberal de los servicios médicos, donde incluso el amor parece estar condicionado por los términos y condiciones de uso.

USS Callister: Infinito: la secuela que no sabíamos que necesitábamos
El regreso de uno de los episodios más aclamados de Black Mirror era una apuesta arriesgada, pero Charlie Brooker lo logra con maestría. USS Callister: Infinito expande el universo de la entrega original con una narrativa dinámica, nuevos personajes carismáticos y una buena dosis de humor negro.
Si bien no es el episodio más profundo de la temporada, sí es el más disfrutable. Entre aventuras espaciales, conflictos éticos y nostalgia gamer, esta secuela logra el equilibrio perfecto entre entretenimiento y crítica social. Es, sin duda, el capítulo al que más espectadores regresarán... y con razón.
Black Mirror nos alcanzó
Una de las principales diferencias entre esta temporada y las anteriores es su giro emocional. Black Mirror ya no se conforma con advertir sobre el futuro distópico; ahora se preocupa por cómo esas distopías nos transforman emocionalmente.
Las historias de esta séptima entrega están menos interesadas en el shock tecnológico y más en los vínculos humanos que se desfiguran bajo su influjo.
Donde antes dominaban las visiones apocalípticas, ahora hay espacio para la introspección. Ya no se trata solo de lo que las máquinas pueden hacer, sino de lo que estamos dispuestos a sacrificar en nombre del confort digital.
El futuro no necesita más androides asesinos, basta con interfaces que reconfiguren nuestra memoria, algoritmos que decidan por nosotros o dispositivos que sustituyan el duelo por interactividad.
En un panorama saturado de contenidos, Black Mirror sigue siendo una de las pocas producciones que logra detenernos, incomodarnos y hacernos pensar.