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Tecnología

Careless People: Zuckerberg, el emperador de la censura

Claudia Silver
17/05/2025 08:35:00

Mark Zuckerberg se ha presentado durante años como un paladín de la libertad de expresión. Su empresa, Facebook (ahora Meta), ha sido vendida al mundo como una plaza pública sin censura, donde cualquier voz tiene cabida, donde el debate y la diversidad florecen como pilares de la democracia digital. Pero la realidad, como bien apunta Antonio Muñoz Molina al hilo del libro Careless People de Sarah Wynn-Williams, es otra: tras esa fachada de apertura, lo que opera es un sistema autoritario, empeñado no solo en imponer una visión única del mundo, sino en silenciar a quienes se atreven a denunciar sus abusos.

Sarah Wynn-Williams, alta ejecutiva de políticas públicas en Facebook durante años, conoció desde dentro ese sistema. Su testimonio no es el de una renegada airada, sino el de una mujer que aguantó demasiado, atrapada entre el miedo a perder su seguro médico en Estados Unidos y la conciencia creciente de estar participando en un engranaje inmoral. Su libro es una crónica de la deshumanización tecnológica, de la arrogancia sin límites de una élite que, como los personajes de El gran Gatsby, “destrozan cosas y criaturas” y luego se refugian en su dinero y su despreocupación, dejando a otros el trabajo sucio de limpiar los escombros.

Muñoz Molina recupera esta cita con puntería quirúrgica. Zuckerberg no es un genio trágico ni un visionario mal entendido: es un emperador romano de opereta, rodeado de aduladores, obsesionado con su imagen, dueño de un poder global descomunal que maneja sin el menor control democrático. Y lo que es más grave, ahora quiere decidir qué se puede contar sobre él. Tras años de permitir mentiras, bulos y campañas de odio que cambiaron el curso de elecciones en EE UU, Reino Unido o Brasil, se niega a aceptar que alguien narre la verdad de su empresa desde dentro. Acude a tribunales y presiona a editoriales para frenar un libro cuya autora, con valentía, ha optado por no callar.

Algo profundamente distópico

La ironía es obscena: quienes convierten a veces la red en un vertedero de propaganda y fake news, quienes son cómplices de la expansión del extremismo y la desinformación, no tolerans que una exempleada cuente que en su empresa una mujer se convulsiona en el suelo sin que nadie deje de mirar su pantalla. ¿Es esa la libertad que defiende Zuckerberg? ¿La libertad de vender datos de adolescentes vulnerables a empresas que trafican con sus inseguridades? ¿La de seguir enriqueciendo a milmillonarios que pagan menos impuestos que una tienda de barrio, mientras censura libros que lo retratan?

Hay algo profundamente distópico en que uno de los hombres más poderosos del planeta se inspire en emperadores romanos, coma hamburguesas en su jet privado y desprecie lo que ocurre en países de hojalata, como si el resto del mundo fuese un escenario menor para su videojuego de dominación global. El problema no es solo Zuckerberg: es el mundo que hemos permitido construir en torno a él, donde el poder económico se ha fundido con el control algorítmico de la opinión pública, y donde la transparencia solo es exigible a los demás.

Careless People no es solo el retrato de una empresa sin alma, sino una advertencia: entre quienes manejan las grandes plataformas digitales hay líderes que no creen en la democracia, ni en la verdad, ni en la compasión. Creen en el control. Y cuando ese control se ve amenazado por una memoria incómoda, por una historia demasiado real, recurren sin pudor a la censura. Ya no se trata de proteger la privacidad o evitar el odio: se trata de protegerse a sí mismos.

Por eso el libro de Wynn-Williams, y la defensa que de él hace Muñoz Molina, nos interpela. No solo por lo que revela, sino por lo que pone en juego: la libertad de contar la verdad. Aunque esa verdad incomode al emperador. Aunque Zuckerberg y sus legiones de abogados intenten borrarla. Porque si esa libertad se pierde, no habrá algoritmo que la recupere. @mundiario

 

por KaiK.ai