
La defensa planetaria ya no es un concepto de ciencia ficción, y España ha conseguido una plaza en primera fila. Mientras millones de personas mirarán hacia el cielo en 2029 para ver el paso del asteroide Apophis —una roca espacial de casi 400 metros de diámetro que rozará nuestro planeta a tan solo 32.000 kilómetros—, un pequeño CubeSat desarrollado por la empresa ilicitana Emxys será desplegado sobre el cuerpo celeste. ¿Su misión? Aterrizar en él, medir sus características geofísicas y proporcionar datos clave que podrían, en un futuro no tan lejano, salvar vidas humanas.
Con apenas 10 centímetros de tamaño, este satélite es un prodigio de la miniaturización y la ingeniería extrema. Nada en su aspecto sugiere que esté preparado para algo tan trascendental. Pero lo está. Forma parte de la misión europea Ramsés, y es uno de los dos dispositivos diseñados para estudiar in situ al temido Apophis. Uno orbitará; el otro, el español, aterrizará. Y lo hará sin margen de error.
“Cuando un asteroide sea realmente una amenaza, tenemos que tener ya listas las estrategias para defendernos”, advierte Francisco García, cofundador de Emxys. Y no exagera.
Aunque hoy el riesgo de impacto de Apophis ha sido rebajado del alarmante 2,7% inicial al actual 0%, su sobrevuelo será una oportunidad única para ensayar tecnologías de mitigación frente a posibles colisiones reales.
Ingeniería milimétrica para una amenaza
Construir un satélite tan pequeño con capacidades científicas avanzadas exige una precisión quirúrgica. “Trabajamos en salas limpias, con control total de temperatura y humedad, para evitar que cualquier partícula o variación afecte a la electrónica”, explica el jefe de operaciones de Emxys, José Antonio Palazón.
Estos entornos estériles no son un capricho: cada gramo cuenta, cada componente debe resistir el vacío espacial y cada fallo puede convertir una misión de millones de euros en chatarra flotante. Pero lo que está en juego va más allá de lo económico. Se trata de anticipar lo improbable, prepararse para lo desconocido.
El futuro de la humanidad
Lo que hace aún más fascinante esta historia es su origen. No es una gran potencia espacial la que lidera este proyecto, sino una empresa situada en Elche, Alicante. Desde allí, en un laboratorio donde el silencio es tan importante como la innovación, se construye uno de los pilares tecnológicos de la futura defensa planetaria.
Y es que Apophis no es el único en la lista. Otro asteroide, 2024 YR4, descubierto en diciembre del año pasado, mantiene en alerta a los científicos. Su probabilidad de impacto se revisó en febrero y, aunque ha descendido al 0,28%, sigue bajo estrecha vigilancia.
El paso de Apophis será espectacular para el ojo humano, pero su valor real será invisible: los datos. Cada cifra, cada lectura de su densidad, composición y estructura permitirá afinar las respuestas del futuro. Porque una cosa es segura: no será el último.
Mientras tanto, el pequeño satélite español sigue preparándose, silenciosamente, en una sala blanca de Elche. No tiene nombre heroico, ni es noticia en los telediarios, pero podría ser la herramienta que un día nos permita desviar la amenaza real de un impacto. En este juego cósmico entre gigantes, es posible que nuestra mejor carta sea una que cabe en la palma de una mano. @mundiario