
La idea de provocar lluvia usando ciencia y tecnología ha pasado de la ficción a convertirse en una realidad experimental que gana tracción en el mundo. En un planeta afectado por el cambio climático y con regiones enteras sumidas en sequías crónicas, los intentos de modificar el clima ya no son cosa de charlatanes, sino el foco de investigación de gobiernos, universidades y consorcios tecnológicos. Estos son los principales proyectos internacionales y nacionales con impacto global que están explorando formas de inducir precipitaciones.
UAEREP: liderazgo de los Emiratos Árabes Unidos en colaboración global
El Programa de Investigación para la Ciencia de la Intensificación de la Lluvia de los Emiratos Árabes Unidos (UAEREP, por sus siglas en inglés) es uno de los esfuerzos más ambiciosos a nivel internacional. Lanzado en 2015 por el Centro Nacional de Meteorología, este programa se ha convertido en una plataforma para la financiación de proyectos científicos de todo el mundo.
¿Cómo funciona? A través de convocatorias abiertas, el UAEREP ha financiado 11 investigaciones en cuatro ciclos de premiación. Las iniciativas se enfocan en estudiar las interacciones entre el suelo y la atmósfera, el comportamiento de los aerosoles y la microfísica de nubes. Algunas incluso desarrollan materiales nuevos para siembra de nubes, drones autónomos para liberar esos materiales y algoritmos de aprendizaje automático que ayudan a predecir las condiciones óptimas para provocar lluvia.
Este programa tiene como objetivo ayudar a regiones con alto estrés hídrico, como el Medio Oriente y el África subsahariana, ampliando la posibilidad de acceso al agua. Sin embargo, no está libre de críticas: se cuestiona el uso de químicos como el yoduro de plata, que puede ser tóxico, y también los posibles efectos climáticos más allá de las fronteras.
Sky River: el megaproyecto chino de modificación climática
En China, la iniciativa conocida como Sky River (o Proyecto Tianhe) busca modificar el clima a gran escala, y aunque es un programa nacional, tiene implicaciones internacionales. Su foco principal es la meseta del Tíbet, una región de la que nacen varios ríos fundamentales para países como India, Tailandia y Camboya.
China ha invertido cientos de millones de dólares para desplegar más de 500 cámaras de combustión, aviones y lanzacohetes que dispersan compuestos como yoduro de plata en las nubes. El objetivo: incrementar la lluvia sobre 1,6 millones de kilómetros cuadrados y reducir el granizo en otros 0,58 millones.
El problema es que manipular el clima en esta región puede cambiar los patrones de precipitación más allá de China, afectando reservas hídricas compartidas y generando tensiones geopolíticas. Además, los efectos ecológicos de estos productos químicos siguen siendo motivo de discusión.
Africa Rainfall Project: predicción en lugar de intervención
A diferencia de los anteriores, el Africa Rainfall Project no busca inducir lluvia directamente, sino mejorar la predicción climática en una de las regiones más vulnerables del planeta: el África subsahariana.
Liderado por la Universidad Tecnológica de Delft (Países Bajos) y con apoyo de la plataforma de cálculo distribuido World Community Grid, este proyecto simula con alta precisión tormentas locales, algo fundamental en un continente donde el 95% de la agricultura depende de la lluvia.
Aquí, el papel de la tecnología es otro: no se trata de hacer llover, sino de entender mejor cuándo y dónde lloverá, para planificar cultivos y prevenir crisis hídricas. Aunque su impacto es indirecto, este tipo de investigaciones también contribuyen a la seguridad hídrica internacional.
Otros esfuerzos nacionales con mirada internacional
Varios países han desarrollado sus propios programas de siembra de nubes, con metodologías que van desde el uso de aviones y drones, hasta cañones terrestres que disparan sustancias al cielo. Aunque no todos implican colaboración internacional, su escala o ubicación pueden tener efectos más allá de sus fronteras:
- Estados Unidos: Programas en estados como Idaho o Wyoming, activos desde los años 60.
- India: Experimentos con siembra de nubes en Maharashtra y Bangalore.
- Rusia: Famosa por «limpiar» el cielo en días festivos usando aviones que dispersan productos químicos.
Estos ejemplos muestran que el interés por manipular el clima es global, aunque las técnicas y propósitos varían.
Riesgos y dilemas éticos: ¿qué pasa si le quitas la lluvia a otro?
Modificar el clima no es inocuo. Un aspecto crucial de estos proyectos es el llamado «efecto extra-área», que ocurre cuando una región gana lluvia a costa de otra. Esto puede generar conflictos diplomáticos y desencadenar crisis políticas si no hay regulación internacional clara.
También está el tema de los productos químicos utilizados, como el yoduro de plata, que si bien es eficaz, puede tener efectos tóxicos en el medio acuático. Y no olvidemos el uso histórico de la modificación climática con fines militares, como ocurrió durante la Guerra de Vietnam. Esto llevó a la creación del tratado ENMOD (Convención sobre la Prohibición de Uso Militar u Hostil de Técnicas de Modificación Ambiental).
Es decir, la tecnología para inducir lluvia no es solo una cuestión científica, sino también política, legal y ambiental.
¿Hacer llover es el futuro?
Hoy por hoy, no existe un método universalmente aceptado, seguro y eficaz para hacer llover a voluntad. Pero los esfuerzos como el UAEREP o el Sky River muestran que el futuro de la lluvia podría estar en manos humanas. Mientras tanto, mejorar la predicción y optimizar el uso del agua siguen siendo estrategias igualmente valiosas.
Para las regiones afectadas por sequías, estas iniciativas pueden significar la diferencia entre abundancia y escasez. Pero el desafío está en hacerlo de forma justa, responsable y sostenible.